Smoothie de arándanos, plátano y yogur

Hoy con motivo de la participación mensual en el reto de ¡Qué rico, Mami! os voy a hacer una confesión. Este mes Mara, desde su monísimo blog Más dulce que salado nos ha propuesto preparar postres en vasitos. Me encanta la idea porque los postres en vasitos dan mucho juego. Pueden ser con pajita o con cuchara y pueden llevar tropezones o no. Y es  muy fácil hacer cosas naturales que se puedan comer en un vasito. Y ahora viene la confesión: odio a Peppa Pig. Ya está. Ya lo he dicho. Esto es como meterse con el Rey, todo el mundo parece adorarle, es tan entrañable, tan campechano… Pues Peppa Pig igual, es tan para niños, tan rosita. Pues a mí me cae como el kaf*bha%#¨f.  Es envidiosa, trata fatal a su pobre hermano lechón George que se tiene que refugiar de forma claramente patológica en un dinosaurio de juguete por la falta de amor fraternal que hay en su hogar. Es una caprichosa a la que le hacen falta más de 4 visitas al rincón de pensar. Y se revuelca en el barro. Cerda.
El caso es que los dibujos no me disgustan, me caen bien sus padres, sus abuelos con la cara arrugadilla, sus amigos… pero ella, ella es insoportable. El problema que tengo es que mis hijas la veneran. Dudo mucho que alguna religión del mundo logre unos adeptos más fieles y más incondicionales que la Peppapigología.  Mi casa invadida de imaginería peppil tengo. ¿Y cómo queda de bien la capulla de Peppita en una tarta de cumpleaños? No le hace sombra ni Rayo McQueen por mucho fondant rojo que se ponga. Tremendo.
El otro día soñé que les decía a mis fierecillas que se portaran bien en el cole y me contestaban Sí mami, te lo juro por Peppa Pig  y los muebles empezaban a volar por el salón de mi casa mientras la tele se encendía sola sin emitir nada y se oía una vocecilla diciéndome que fuese hacia la luz. Y yo hablaba latín, al revés. Para ellas es adoración y para mí es un claro caso de posesión infernal.
En esta tesitura me busco cualquier pretexto para que se interesen por otros personajes que a mí me caigan mejor. Para ir practicando mi capacidad de influencia para cuando se echen novio o elijan amistades. Tengo que ser capaz de redirigirlas hacia los que yo considere mejores para ellas porque ya se sabe que por sí mismas elegirán a los que a mí me parezcan más peligrosos. En en este caso yo he elegido como influencia positiva a Los Pitufos. No es que me entusiasmen porque no hay mucha diversidad de género en su aldea y la única chica es hija postiza de Gargamel y además es un completo florero. Pero de momento, la función de sustituir a Peppa en sus corazoncitos la pueden cumplir. El cuento de por las noches ya es de los pitufos. Azulitos 1 - Cerdita 0.

El postre de hoy me ha venido fenomenal para hacer mi publicidad subliminal. El color tan chulo así como morado/azulado y el hecho de que esté hecho con arándanos me ha servido para camelármelas diciéndoles que es comida de pitufos y que la hacen con las frutitas que recogen en el bosque. Llamadme manipuladora. Lo soy, y muy buena.
Me ha gustado mucho poder aprovechar el plátano maduro. Ya os dejé otra receta, la de los Muffins de banana y avena en la que se aprovechan esos plátanos que se van quedando pochos en el frutero para no tener que tirarlos porque ya sabéis que #aquinosetiranada.
Los arándanos congelados quedan estupendos en recetas como ésta. Yo suelo comprar los arándanos frescos y si no los voy a usar pronto los congelo para que no se me estropeen. Pero para esta receta sirven perfectamente las bolsas grandes de arándanos ultracongelados que venden por ejemplo, en Lidl. En general no me gustan mucho para otros postres porque son muy chiquititos, se descongelan muy rápido y sueltan mucha agua. Pero para esto van perfectos porque son como mini-cubitos de hielo de arándano y cuando los trituramos, dan esa textura como de granizado que a mí me encanta. Y el yogur griego le da la cremosidad y un poco de cuerpo, para tomarlo con la cuchara. No me digáis que no queda monísimo. Se le ponen unos tropezones de arándanos frescos y es un postre completo y bonito. Que con los ojos también se come, sobre todo si eres un niño.

No tiene ningún misterio pero aquí os dejo la receta.
 Ingredientes - para 2 vasos

• Una taza grande llena de arándanos congelados de bolsa (si los tienes frescos congelados por ti también sirven pero te saldrá mucho más caro ;-))
• Un plátano grande muy maduro, o dos pequeños (es importante que esté muy maduro porque no vamos a añadir azúcar)
• Un yogur griego natural
• 6-7 cubitos de hielo.

Preparación

1. Poner todos los ingredientes en un robot de cocina. Yo lo he hecho en la thermomix pero cualquier robot de los de vaso de cristal con unas cuchillas potentes para triturar el hielo vale.
2. Triturar unos 20-30 segundos.
3. Servir bien fresquito con una cuchara y con una pajita para beberlo si se va derritiendo.

Cosas a tener en cuenta
- Si eres alérgico a la proteína de leche o intolerante a la lactosa puedes hacerlo con yogur de soja. Yo lo he hecho con leche de soja en versión más para beber y me encantó. Quise ofrecer y no pude. Me lo bebí todo yo sola.
- Si te resulta poco dulce o te conoces y sabes que a ti con el dulzor del plátano no te va a llegar puedes poner el yogur azucarado, o añadir un chorrín de sacarina líquida o directamente un par de cucharadas de postre de azúcar.

No dejéis de pasar a visitar la página de ¡Qué rico, Mami! para ver las propuestas en vasito de mis queridas chicas, ya veréis que cosas más chulas. 

Ay Peppa, Peppa... de la que te libras por no ser ibérica de bellota...