El otoño tiene algo de esperanzador y de desesperanzador a la vez. Por un lado es el adiós al verano pero nos trae una luz y unos colores que alivian la angustia de la llegada del frío. Pero por otro lado, discurre inexorable hacia el invierno, y además lo hace poco a poco, para que duela más. Las hojas rojizas y los paisajes de color caramelo no entienden de despedidas rápidas como las de la guardería. Así que hay que aprovechar los rayos de sol que se filtran entre las ramas aún vestidas de los árboles, porque pronto no habrá hojas y puede que tampoco haya mucho sol que filtrar.
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