31 enero 2014

Tartiflette

Vivir fuera del propio país es una experiencia que nadie debería perderse. Convivir con otras costumbres intentando mantener las tuyas mientras procesas otro idioma es todo un encaje de bolillos que hace cada día apasionante. Inconvenientes como descubrir que en Francia se dan los dos besos (o los tres, o los cuatro según el sitio) empezando por el lado derecho en lugar de por el izquierdo como hacemos aquí y darle casi un beso en la boca a tu jefe el primer día son anécdotas que convierten el día a día en una aventura. Pero sin ninguna duda, la ventaja de haber hecho una de las mejores amigas del mundo y de tener una ahijada maravillosa compensa todos los pequeños inconvenientes que os voy a contar por entregas. Va la primera.
Llegar a un país a vivir no tiene nada que ver con ir de turismo. En mi caso, a Francia yo había ido unas 3 ó 4 veces antes de mi experiencia vital. Pero alojarte en un apartamento en París 15 días en los veranos con tu familia o ir de mochilero haciendo el interraíl es un modo perfecto para conocer la ciudad a fondo como turista pero no te da ocasión de vivir como un extranjero.
Cuando yo llegué como extranjera a un pueblo de Lyon era el año 1997. Con mis maletas y con mi súper trabajo en el que me pagaban bastante bien en comparación con lo que pagaban aquí y teniendo en cuenta que tenía 22 años. ¡Me pagaban hasta el apartamento! El apartamento… El protagonista de la entrega de hoy.
El apartamento era un cuchitril de unos 8 metros cuadrados en un edificio de 200 años y 3 plantas que estaba justo bajo el tejado y que tenía moqueta ROSA, como de lana, en el suelo, las paredes y el techo, y que no había sido limpiada en los últimos 10 años, ah, y era julio. El calor que salía de aquellas paredes y aquel techo no era lo peor. Lo peor era ver las pelusas colgando cuando me acostaba y miraba al techo. Una única ventana, una cocina eléctrica de un solo fuego y un baño horripilante completaban el petit studio que iba a ser mi hogar.
La única ventana tenía que estar abierta día y noche por el calor, con la inmensa fortuna de que justo debajo había un pequeño restaurante italiano en el que los empleados se quedaban bebiendo sangría (restaurante italiano/pueblo de Francia/sangría, todo encaja, sólo faltaba la paella en la carta) y cantando hasta las tantas de la mañana. Y cuando se cruzaban conmigo en la puerta de la calle tenían el cuajo de decirme ¡Ay a los españoles cómo les gusta la fiesta!. Y yo pensaba cabrones, si no  me dejáis dormir ni una noche de la semana. Me vengué. Un día mientras estaban en plena juerga salí de casa a la 1 de la mañana y crucé una pequeña calle que había justo delante de la puerta del restaurante. Me vieron entrar en la cabina de teléfono (sí, cabina, si eres menor de 25 no sabes lo que es) y hablar. Cuando volvía a entrar en el edificio me sonrieron con mirada interrogante. Expliqué que llamaba para felicitar el cumpleaños a mi abuela que vivía en México y por el cambio horario no la podía llamar en otro momento. Cinco minutos después llegaban los gendarmes y ponían fin al festejo mientras yo escuchaba por mi ventana abierta cómo les ponían una multa. Desde entonces no me volvieron a saludar. Yo seguí poniendo mi cara más inocente/alelada de Loulou-oui-c'est-moi  mientras pensaba por dentro "sí, mes amis, a los españoles nos gusta la fiesta una jartá" pero en fin de semana. Y olé.
A pesar de inconvenientes como la convivencia vecinal y otros que os relataré en futuras entregas, en medio de este panorama apareció una chica con la que rápidamente conecté fenomenal. Fue muy fácil ser amiga suya porque nunca me trató como una extranjera, nunca reparó en mi acento, nunca pareció darse cuenta de que yo no era de allí. Ella y su marido me acogieron en su casa para que no tuviera que estar ni un minuto más en mi petit studio  y con ellos viví el resto del tiempo que pasé allí. Su familia además pasó a ser mi familia adoptiva también y con ellos me he reído hasta el dolor de tripa un día tras otro. Gracias a ellos mi inmersión en la cultura y la vida de otro país fue máxima.

Y con ellos llegó el mejor regalo que el hecho de haber vivido fuera de mi país me trajo. Sin dudarlo un minuto me nombraron madrina de su primera hija lo que representa un gran honor para mí. Estoy segura de que en ocasiones se habrán arrepentido, porque la distancia ha dejado a mi ahijada un poco huéfana de madrina desde que me volví a este lado de los Pirineos. Pero para mí es uno de los gestos más bonitos que alguien ha tenido hacia mí. Y mi Juliette es una monada que ahora empieza a aprender español porque quiere venir a pasar tiempo conmigo. Yo lo estoy deseando, para devolverle la experiencia cultural y vital que a mí me brindaron sus padres.

En fin, que os recomiendo mucho que vayáis a vivir fuera de vuestro país si tenéis la ocasión. Eso sí, enteraos antes de llegar de por qué lado se dan los besos y practicad en casa porque corréis el riesgo de que os pase como a mí y se piensen que os gusta demasiado la fiesta…
Y vamos con la receta ya! Este plato lo he visto cocinado de otras formas por la blogosfera. Yo os pongo la receta que me enseñaron a mí en la familia de mi amiga cuando estuve allí. No lleva nata ni leche, lo que no es muy común en los gratins  franceses pero así es como yo lo aprendí. Es un plato MUY contundente. Es comida de pastores. Imaginaos en plenos Alpes con las cabritas alrededor, ¿qué os apetecería comer? Pues ya está.
Hace años tenía más dificultades para hacerlo en España porque el queso que se utiliza que es típico de la región de Savoie y que se llama Reblochon no era fácil de encontrar. Me lo traía cuando iba de visita a Francia apestando a todo el pasaje del avión. Pero desde hace unos años se encuentra en Carrefour y en Alcampo sin problemas y en varios tamaños. Así que animaos a un plato muy sabroso, fácil de preparar y muy cómodo para hacer para una comida o cena con invitados porque puedes tenerlo todo hecho antes y sólo gratinar el queso en el último momento.

Ingredientes
  • 2 kgs de patatas
  • 200 grs de taquitos de bacon (yo compro los de Casa Tarradellas que es una marca que me cae bien por lo que os conté aquí pero podéis comprar los que queráis o incluso podéis comprar el trozo de panceta y cortarlo vosotros)
  • 2 cebollas hermosas (yo he usado cebolla morada porque es la que tenía, pero cualquiera vale)
  • 2 cucharadas de AOVE (aceite de oliva virgen extra)
  • Sal
  • 1 queso Reblochon de Savoie

Preparación
  1. En una sartén con las dos cucharadas de AOVE poner a pochar la cebolla finamente picada con un poco de sal para acelerar el proceso. Remover de vez en cuando para que no se queme.
  2. Cuando la cebolla empiece a estar transparente añadir el bacon. No añadir ya más aceite porque el bacon suelta su grasita. Cocinar hasta que vaya tomando color. Reservar esta mezcla.
  3. Mientras se hace la cebolla y el bacon pelar las patatas y cortarlas en rodajas de 1-1,5 cm de grosor y cocerlas al vapor. Yo utilicé el recipiente Varoma de la Thermomix pero en el típico cestillo para cocer al vapor que se mete dentro de la olla a presión podéis hacerlo. En mi caso tardaron 20 min a partir de que empezó a salir el vapor. Tienen que estar blanditas al pincharlas con la punta de un cuchillo pero que no se desmoronen
  4. Precalentar el horno a 200º
  5. Colocar una capa de rodajas de patata cocida en una fuente. Echar casi toda la mezcla de bacon y cebolla sobre la primera capa de patatas y cubrir con otra capa de patatas. Echar por encima el poquito de bacon y cebolla que te haya quedado, para que haya color en la superficie.
  6. Retirar el sello de cera de una de las caras del queso Reblochon y cortarlo en dos discos.
  7. Colocar los discos sobre las patatas con la corteza hacia arriba. Yo los corté en mitades para acoplar mejor los trozos de queso a la forma de la fuente, pero en realidad, con poner los dos discos con la corteza hacia arriba valdría. Yo me dejé una mitad de un disco sin usar porque hice otra tartiflette pequeñita a parte, pero si usáis el queso entero, más rico.
  8. Hornear durante 10 min hasta que el queso esté fundidito.
  9. Disfrutar con Marcelino.



































Juliette & Marraine

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15 comentarios:

  1. Eres una valiente Beatriz! Para mí, este es uno de los propósitos de este año, aventurarnos, por complicado y duro que pueda llegar a ser, a ir a vivir al extranjero. Si lo consigo, ojalá tenga la suerte de encontrar personas como esa amiga que conociste (sin necesidad de pasar por el apartamento, jeje!!).
    Espero más aventuras de tu experiencia, y mientras tanto, voy a deleitarme con esta tartiflette, que el queso me encanta, y este verano pasado me he hartado a comerla en nuestras vacaciones en los Alpes franceses. Eso si, yo de señorito, que no la tenía que preparar, jajaja!!!

    Un besote, y feliz fin de semana!

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    1. Pues sí Víctor, es una aventura pero es de las que mejores cosas te dejan en la mochila de la vida. En los Alpes Franceses se come una tartiflette de morirse!!

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  2. Que delicia!!! y qué buena historia!!!! Totalmente de acuerdo en que vivir fuera de tu pais de origen,es una experiencia enriquecedora y madurativa...tomo nota de la receta!!!
    un besito
    Flor

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    1. Flor guapa. Muchas gracias por pasarte! Si la pruebas me tienes que decir que ya verás qué rica!
      MUA

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  3. Cómo puede tener algo tan buena pinta!! Unas fotos preciosas y la historia todavía más, ojalá hubiera tenido yo la suerte de irme a Francia y encontrar personas así (menos por lo del apartamento!) pero de momento me tendré que contentar con hacer tu receta, que estoy segura que saldrá deliciosa.
    Un besín

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    1. Deliciosafoto, verdad que tiene buena pinta? Es que es riquísimo en serio. Y ya ver lo fácil que es. Hazla, de verdad, que seguro que la incorporas a tus imprescindibles!
      Muchas gracias!
      Besitos

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  4. Es cierto todos deberiamos tener la oportunidad de viajar y poder conocer otras culturas
    tienes una ahijada con un nombre precioso aunque ella lo es aun mas ;)
    pedazo receta , y mejor darle el chante ahora que estamos en invierno ya que con
    lo contundente que es para mi no valdria en verano. un bico.

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    1. Hola Asun preciosa. Pues sí, es un amorcete. Aquí era pequeña pero ahora ya tiene 13 años y es una chica guapísima!. Yo la verdad es que soy capaz de comerme un cocido en verano, pero si tú no eres como yo aprovecha el invierno para probarla porque de verdad que no te arrepentirás!
      Bicos.

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  5. ¡Qué buena pinta! lástima que no pueda comer queso...

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    1. Planeando sonrisas! Qué dices!!! Qué rabia!! Eres intolerante o alérgica a algo de la leche?
      Besitos y gracias por pasarte por aquí.

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  6. No sabes la envidia que me das con el tema de haber vivido fuera... siempre me hubiera gustado y mira por donde, de momento así sobrevivimos! pero no se sabe nunca así que... de momento me quedo con la tartiflette, que tampoco he probado nunca pero con los ingredientes que lleva no puede fallar!

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    1. Eva, es justo lo que dices, los ingredientes no dejan lugar al fallo. Todo es delicioso, sólo hay que juntarlo!
      Muchos besitos y gracias!

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  7. Hora Bea, me paso nuevamente para invitarte pasarte por nuestro blog a recoger un regalito que tenemos para ti, esperemos que sea de tu agrado, un bico.

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    1. Ay Asun!!! Qué emoción !!! He tenido una semana horrible de curro y apenas he podido pasarme por aquí y me encuentro hoy con esto. Es un regalazo!
      Muchas gracias!

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  8. Eyy, voy a probarla poniendo la tapa hacia arriba, como en tu versión "políticamente correcta"...vous savez que je veux dire!
    Petonets

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